Crónica del Señor de las Moscas

19.03.2024

Por: Natalia García Flores

      Viví casi toda mi vida en Inglaterra, me gustaba aquel bello lugar. No obstante, todo cambió cuando tuve un avión que, desafortunadamente, colapsó. Al momento en el que abrí los ojos solo pude ver árboles, pasto, se podría decir que naturaleza pura. Me levanté y vi que estaba rodeado de mar, así que pensé en una isla. No obstante, pude escuchar pisadas y de repente salió otro niño, el cual no me importaba, es más, era un fastidio, pero decidió seguirme. Al recorrer la zona, el niño me platicaba sobre su vida, me dijo que tenía asma y que se llamaba Piggy. Bueno, así le decían en la escuela, según él, yo no me vi interesado, pero me preguntó mi nombre y con poca amabilidad le dije: —Me llamo Ralph. Posteriormente, seguimos con la búsqueda de encontrar dónde estábamos. Después de un rato hallamos una caracola con la cual podríamos llamar la atención de algún otro niño. Y así fue, la toque múltiples veces y llegaron varios chicos.

     En particular, apareció una secta, la cual estaba dirigida por Jack, el mayor, con el cual me llevaba muy bien. No obstante, con el tiempo nos dimos cuenta de que necesitábamos a un líder, por lo tanto, realizamos una reunión, cuyo fin era decidir quién sería la mejor opción. Por medio de votos todos me elegían a mí, por lo cual impuse que para hablar se tenía que tener la caracola. La primera idea que se me vino a la cabeza fue ir a explorar la isla y necesitaba apoyo, así que opté por Jack y Simón, pero Piggy quiso ir. Le indiqué que no, ya que no aguantaría. En el transcurso del viaje, se me ocurrió la maravillosa idea de hacer una hoguera y al regresar, se los ordené. Todos corrieron a hacerla, pero en cuestión de minutos el fuego se descontroló, quemando gran parte de la isla. Piggy estaba muy agitado y molesto, pues nadie lo escuchaba, a pesar de tener la caracola en sus manos, pero dijo algo que nos desconcertó a todos: ¿dónde está el niño de la mancha en la cara? Hubo un silencio dudoso, pues anteriormente, aquel infante había mencionado la existencia de una criatura que acechaba por las noches. Sin embargo, decidimos creer que simplemente era una ilusión, pero Piggy tuvo razón en algo: necesitábamos refugios.  

     Por lo tanto, organizó a los niños, unos se encargarían del fuego, otros de los hogares, pero Jack empezó a exigir comida, más específicamente, carne. Entonces se dedicó a buscar presas, aunque lo único que había eran cerdos, pero no tuvo éxito, ya que decía que faltaba filo para poder matarlos. Hubo un momento en el que estaba desesperado y algunas veces me quedaba en un estado disociativo, casi siempre con una mirada perdida. Jack seguía obsesionado con atrapar algo, así que se llevó a los niños del fuego a cazar, pero de repente a lo lejos pude observar un barco y volteó hacia la hoguera y se estaba apagando. Corrí, escalé lo más rápido que pude, pero fue inútil, ya se había alejado. Estaba tan enojado, pero me quedé callado. Solo podía ver a Jack y a la procesión en la arena cantando: "Mata al jabalí, córtale el cuello, derrama su sangre". Cuando llegaron a la cima de la montaña, me contaron cómo capturaron a un puerco; todos estaban deslumbrados. Yo solo pude decir que dejaron que la llama se apagara. Jack decía que solo volviéramos a prenderlo y siguió contando lo mismo. Los muchachos y los mellizos (Sam y Eric), estaban charlando y bailando, por lo que, le repetía a Jack lo que había dicho anteriormente. Él solo se excusó diciendo que los necesitaba para cazar y volvió a lo mismo. Estaba lleno de ira, que le levanté la voz y violentamente le dije que podíamos haber sido rescatados. 

     Piggy intentó interferir, pero lo aparté y exclamé que yo era el jefe que me tenía que obedecer. Jack insistía en la necesidad de conseguir carne. Hubo un pequeño silencio, pero no duro tanta, pues, Piggy le volvió a reclamar, aunque esta vez Merridew (Jack) reacciono diferente, pues golpeo en la panza a Piggy y al estar en el piso le dio en la cabeza, ante esto Ralph, o sea yo, me quede inmóvil, pero pude decir "fue una jugada sucia Jack quiso parecer "noble", y se disculpó por no cuidar a la hoguera y todos esperaban que también yo lo hiciera, pero me negaba a hacerlo así que solo mencione que lo hizo por cólera, no por otra cosa. Se quedaron callados y lo último que dije fue: "enciendan el fuego otra vez". Lo hicieron, pero a 2 metros de distancia de la original, al no saber cómo prenderla, tuve que llevarle las gafas de Piggy. Aunque no lo demostraba, Ralph no sabía cómo el lazo que tenía con Jack se había roto. Luego, asaron al cerdo y todos comimos, ya sea poco o mucho. Jugaron y se divirtieron e imitando la escena de la cacería. Sin embargo, remarqué que habría una reunión. Caminé en la playa pensando en qué decir, para que no pareciera un juego, pero no tenía nada en la mente, así que me dirigí rápidamente al lugar de la asamblea para analizar un poco más a fondo. No obstante, después de un corto tiempo toqué la caracola y todos estaban ya sentados y atentos. En esta remarque que debíamos poner las cosas en orden y abarque estos puntos: Las rocas son retretes, hay que mantener vivo al fuego y que no se podía bajar la lumbre de la montaña. Lo último que mencioné fue que antes todo marchaba bien, pero luego la gente comenzó a asustarse, así que tenemos que convencernos de que no hay motivo.  

     Coloque la caracola sobre un tronco como señal de finalización. Jack afirmó lo que dije, diciendo que no hay ninguna fiera, sino que él ya la hubiera visto. Lo mismo hizo Piggy, y entre los 3 fueron convenciendo a los niños para que no esparcieran más el rumor de alguna criatura. Sin embargo, al entrevistar a Percival (niño), este dijo que la fiera salía del agua. Maurice recalcó que no creía que hubiera una criatura, pero cuando Simón aclaro que sí, que hasta podíamos ser nosotros mismos, todos lo mandaron a callar, haciendo que Simón se sentara. La asamblea se volvió una contienda provocando discusiones. Intenté recordar las reglas y hacer énfasis en la caracola, pero Jack estaba harto y encaró mi autoridad, diciendo que al cuerno las reglas, en un muy poco tiempo todos se dispersaron, dejándome solamente con Piggy. Yo ya no quería ser jefe, pero Piggy me dio ánimos y razones para seguir siéndolo. Cuando nos fuimos a dormir, los mellizos me despertaron, susurrándome de que había visto a la fiera, los tranquilicé y les ordené que llamaran a todos a una reunión. Fuimos al lugar, muy cautelosos; por detrás tenía a Piggy y a Simón. Agarré la caracola y decidí alzarla en vez de hacerla sonar, y todos comprendieron. Aunque nos dimos cuenta de que ya había amanecido. Cuando estábamos en la asamblea, le di la caracola a los mellizos, quienes lo describieron como algo enorme, con alas, garras, dientes, ojos grandes, etc. 

      Narraron que salieron corriendo, yo estaba temblando del miedo y tomé la decisión de ir de cacería, pero nadie me tomó en serio. Hubo muchas opiniones sobre qué hacer, pero yo no decía nada hasta que Jack abrió su bocata. Ya estaba harto de que no respetara, así que lo mandé a callar. De repente, Jack mencionó un lugar que no habíamos explorado, por lo que nos decidimos a ir y dejamos a Piggy en la plataforma. Jack nos dirigió y me sentí con un peso menos. Durante la exploración tuve un recuerdo de mi casa y mi vida antes de aterrizar en esta isla. Aunque duró poco, pues inició la cacería de un cerdo, el que se nos escapó. Estaba lleno de emoción y excitación, pero teníamos que regresar.   

     Ya era muy tarde, no podíamos dejar solos a Piggy y a los niños, pero teníamos que ser cautelosos. Durante el regreso, Jack nos dijo que había visto a la criatura y la seguimos para verla. No lo podíamos creer, observamos a lo lejos a un simio enorme, sin pensarlo, volvimos lo más rápido posible y le comenté a Piggy, quien no podía asemejarlo. Jack seguía impactado y, tal vez, al ofenderlo con que sus cazadores no podían hacer mucho ante esa criatura, lo molestó e hizo una reunión.

      En esta dejó muy en claro que no iba a seguir escuchándome, así que dijo que los que querían irse con él lo acompañaran, pero al no obtener respuesta salió corriendo al bosque. Yo solo dije "volverá en la mañana", aunque sabía que no sería así. Ya no tenía esperanzas, pero Piggy dio la idea de trasladar el fuego. Fue un alivio para todos. Sin embargo, me di cuenta de que los chicos mayores se habían ido con Jack. Piggy y yo estábamos aburridos hasta que vimos que iba a llover y no sabíamos cómo cubrirlo, pues no teníamos tanto apoyo. Hubo un momento en el que me desahogue con Piggy, ya que tenía miedo de no ser rescatados. De repente, unos seres demoníacos salieron de la jungla para llevarse el fuego, aunque en realidad era Jack quien mencionó que vivían en la playa y nos invitaban a su festín. Al tranquilizarse todo, dije "han venido por la hoguera", pero sentí que no podía pensar bien, así que aclaré que, sin fuego, no hay rescate. Posteriormente, nos metimos a bañar y jugué con Piggy. Nos percatamos de que todos habían ido al festín, así que nosotros decidimos hacer lo mismo. 

      Al llegar, nos ofrecieron un poco de carne y la aceptamos. Piggy y yo estábamos distanciados del resto. Después de comer, Jack exigió que le pusiéramos atención y todos se sentaron, menos nosotros dos. Merridew no nos tomó en cuenta y volvió a repetir: "Quién se une a la tribu", intentó convencerlos con brindarles comida y protección. Alcé la voz y dije que yo era el jefe, pues así lo decidieron, pero Jack me mandó a callar. Añadí que yo tenía la caracola. No obstante, Jack mencionó que la caracola en su zona no cuenta. Solo pude observar cómo uno por uno se unía a él. Cuando iba a tocar la caracola, se empezaron a escuchar truenos, señal de que iba a llover. 

     Por lo tanto, nos teníamos que refugiar y, al recordarle a Jack este detalle, el grito, "Nuestra danza", "¡Vamos a bailar!" Todos lo siguieron y empezaron va a hacer un tipo de ritual. Formaron un círculo y un niño comenzó a imitar el comportamiento de un cerdo. Su entusiasmo nos empezó a atraer a Piggy y a mí, pero solo miramos la escena. De la oscuridad salió una criatura, la cual pude identificar, era Simón. El grupo se fue contra él, lo mordieron, golpearon, desgarraron y gritaron. Cayó y de él brotó un charco de sangre. Después de esto, el grupo huyó hacia la jungla. En la medianoche, todo se calmó y me senté. A lado mío, estaba Piggy. Le dije que ya no quería estar aquí, que tenía mucho miedo de nosotros de cómo sucedió la danza. Fue horrible. 

     Aunque él no pudo ver lo mismo que yo. Piggy me tranquilizó diciendo que fingiéramos no haber estado allí. Le mencioné que deberíamos irnos los cuatro, los mellizos, él y yo, pero, como Si la hoguera no se mantenía encendida. Hasta que de repente uno de los mellizos la pudo prender y la calma volvió a aparecer. Para poder mantenerla tuvimos que ir por mucha leña, pero no duramos tanto tiempo, pues Sam y Eric ya no podían continuar y se tumbaron en el suelo y también hice lo mismo. De repente se me ocurrió una idea de que 2 se encargaran del fuego durante el día y así fue, aunque por esa noche dormiríamos sin la hoguera. En la noche de mi mente surgieron mil supersticiones, como: si nos llevasen en jet sería lo mejor y podríamos ir en carro hasta nuestros hogares. Luego, Piggy me despertó, pues estaba haciendo mucho ruido y mantuve silencio. Momentos después escuchamos una rama tronar, era la fiera. Todos huyeron agitados y yo me enfrenté de a la bestia. Me dio una buena paliza, pero pude defenderme. 

     Cuando se fue busqué a los demás. Me percaté que en realidad había sido Jack, pero por el miedo creí que era el monstruo. No pasó mucho cuando me fijé que habían robado que las gafas de Piggy, se llevaron nuestro fuego. Por ello, convoqué a una reunión, en la cual repetí lo anterior, pero Piggy enfadado agarro la caracola diciendo que iba a ir por sus lentes, no le importaba si le hacían algo, pues ya era suficiente con el asesinato de Simón. Fuimos hacia Jack, al llegar les comuniqué la razón de nuestra llegada, pero nos interceptaron, le hacían, pues ya era suficiente los centinelas de Jack. De pronto, Jack apareció y le gritó, ¡ladrón! Jack enojado me lanzó su estaca y empezó un duelo entre él y yo, pero no duro tanto, pues Merridew mandó a atar a los mellizos. Piggy intento hablar, pero de la cima resbalo una roca enorme que impactó sobre él y la caracola. Esta última dejó de existir y Piggy cayó del acantilado a más de doce metros de altura, partiéndole el cráneo. Me quedé impactado y atónito. Jack solo pudo gritar: "Soy el Jefe".

     Posteriormente, Jack me lanzó su lanza. La punta rasgó mi piel y carne, estaba entumecido, no por el dolor, sino por el pánico. La tribu comenzó a lanzarme sus lanzas, pero en un instinto pude girarme y escapar.

     Salí cojeando del lugar, entendí que me había convertido en un desterrado y solo por tener un poco de sentido común. A lo lejos pude percibir varias voces, me asomé y el nuevo descubrimiento que hice fue como una nueva herida para mí. Sam y Eric se habían unido a la tribu. Me acerqué a rastras al borde de la entrada y suavemente llamé a los mellizos, pero no hubo respuesta. Tendría que alzar la voz si me quería hacer oír, por lo cual escalé y volví a hablarles, aunque fue inútil, me dijeron que me fuera. Sin embargo, me avisaron de que Jack iba a cazarme, por lo tanto, me oculté en unos matorrales pude escuchar pisadas descontroladas, hasta que hubo un momento de silencio y todo se calmó, pero no duro mucho, pues, la tribu empezó a tirar rocas enormes e incendio la jungla, mi respiración aumentaba conforme oía a Jack. Me estaban acechando, ya no sabía qué hacer, si tuviera tiempo para pensar. Tuve una idea de esconderme en un árbol o embestir la línea de ataque. Luego se me ocurrió una tercera idea: esconderme y dejarlos pasar. No podía pensar correctamente, era como una cortina que me impedía ser sensato. Mientras escapaba, decidí ocultarme.

     Mi pecho retumbaba y mi corazón latía a una velocidad inhumana. A lo lejos escuché un grito: era un salvaje con una estaca con dos puntas afiladas. Decidido, agarré mi lanza y di un grito de ira y desesperación. Me abalancé sobre él y se cayó al suelo. No pude disfrutar tanto, pues, múltiples gritos se aproximaban, por lo que eché a correr. Sentía terror puro, escuchaba el fuego tronar. Seguía corriendo, pero tropecé y rodé sobre la arena cálida. Ya no aguantaba más, lloré desconsoladamente pidiendo clemencia. Era inútil, cuando me estaba preparando para lo que se avecinaba. Alcé la mirada y un oficial de marina estaba parado delante de mí. Había un bote con dos hombres en su interior. El oficial me dijo "Hola", y le contesté lo mismo tímidamente.

     En ese momento salió la tribu de la jungla y se quedaron en silencio. El marino dijo que vinieron porque vieron el fuego. Dijo que nos llevaría a todos, preguntó si sabíamos cuántos éramos y si todos éramos ingleses. No podía responder, empecé a sollozar, pues había perdido mucho en esa isla y todos hicieron lo mismo. El oficial nos concedió tiempo para estar bien y aguardó, dirigiendo su mirada hacia el magnífico crucero.

       De esta manera, finalizo mi experiencia en aquella isla. En mi opinión, es impactante apreciar como la naturaleza del ser humano cambia completamente ante una situación de riesgo. Soy un superviviente, aunque no estoy totalmente orgulloso de eso, si hubiera sido por elección, me negaría totalmente a experimentarlo una vez más.  

Referencia

Golding William, (2010). El Señor de las Moscas. (Carmen Vergara, Trad.). Alianza Editorial. (Obra original publicada en 1954).

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